Soledad Aller.

Y llegó la primavera, se altera la sangre, brota la vid; y huele a primavera, huele a nacimiento, huele a flor, huele a vida, y no puedo más que admirar tanta belleza, comienza la obra maestra del viticultor, los meses de espera, de cuidado, y de mimo…cada segundo, cada minuto en manos de su mentor ve su fruto en este momento y es simplemente la perfección de hombre y viña unidos. Hoy, observandola, ese festival de colores, no pude más que recordar la teoría de Lambert-Beer, centrada en la forma de incidir la luz en la materia y sus diferentes efectos, y me consideré realmente afortunada al sorprender a la naturaleza haciéndole un guiño a la ciencia, observando como la base de la ciencia se encuentra en la naturaleza, y como la naturaleza mejora con la ciencia. Recuerdo perfectamente la primera vez que acompañe a mi abuelo a podar la vid, como me transmitieron ambos esa pasión, como la miraba mi abuelo, el cuidado de cada movimiento, quizás no he vuelto a ver un baile tan perfecto como aquel día. En su hoja sientes los latidos de una nueva vida, de una creación, creo que no soy la única que ve un corazón en esas hojas, que palpitan con cada rayo de sol, que lo reclaman para sí como si de un mismo ser vivo se tratara, ¡¡¡rediez, un ser vivo es!!!

Fuente imagen :www.freepick.es

 

 

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