Soledad Aller. No hace falta trasladarnos a la Antigüa Roma para poder disfrutar de uno de sus tesoros, la uva mencía, el centro y base de casi todos los caldos bercianos.

Nuestro valle es como una hoya de meigas que colaboran con nosotros, los hombres jugando a ser dioses, disponemos de una de las materias primas más óptimas, de una climatología que roza la perfección, de una ilusión que sólo se cultiva en nuestras viñas y de un sueño, un único sueño común…en realidad son dos ¡¡¡disfrutar de la vida y de la afición a nuestro equipo ganador!!

Los secretos que atesoramos en nuestro alma son comparables a los sabores y olores que nos los recuerdan , que nos devuelven por momentos a la memoria las imágenes de copas alzadas, familiar unidas, sonrisas ¿¿¡¡y por qué no, muchas risas??!!.

La longevidad de estos racimos compactos que nos caracterizan han hecho posible que las generaciones se sigan comunicando a través de ellos, savia y sangre, mosto y vino, unión perfecta.

Las criaturas que produce esta variedad de uva madre son vinos con un intenso color frambuesa, buena dosis alcohólica, buena acidez y posibilidades de crianza.

Nuestra orografía tan similar a nuestros vecinos franceses, han sabido captar la atención de enólogos de formación francesa que han decidido darle una oportunidad a esta zona, y arrancarle a las viñas bercianas todo lo que nos quieran regalar.

¡¡¡Esta tierra es un regalo, estas viñas son un trozo de historia y yo….simplemente me quito el sombrero ante este remanso de paz, este valle, cuánta magia!!!

 

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