Soledad Aller.Amanece en nuestro valle, el sol quiebra las hojas de nuestras vides, a falta de tres meses para iniciar la fiesta de la vendimia, comenzar los pasos a seguir para obtener nuestro producto estrella.

Iniciamos con la fermentación, con la conversión del mosto en vino, y la crianza, el tiempo en el que madura en la botella o en la barrica. A decisión del viticultor el destino de su cosecha lidiará con una barrica de roble o con una barrica de acero inoxidable, existen algunos prejuicios  que rondan el acero, aunque personalmente considero que es un despunte tecnológico, y una gran ayuda para los viticultores. El hecho de poder controlar la temperatura y humedad del vino por ordenadores conectados a ellos es un dato muy alentador para el futuro de este arte.

La madera se reserva todo el romanticismo que ronda este arte, esta pasión por el mimo y el juego natural del ser humano con la viña, con el mosto y con el vino. No existe ninguna garantía absoluta, como si de un hijo/a se tratara, como si del baile de fin de curso se tratara, la próxima cita de la vendimia se convertirá en un multitudinario nacimiento de ilusiones y sabores, de logros y creencias, de ritos y pasiones.

Todo es mágico en este mundo, mucho más la creación, la conversión del vino en la barrica , con independencia del tipo de material utilizado, sólo nuestras manos y paciencia darán el resultado, no necesariamente ideal, simplemente nuestro resultado.

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