V. Silván / Ical Cuando se piensa en el envejecimiento del vino, lo primero que viene a la cabeza es la imagen del típico barril de madera de roble, cuyo uso es el más generalizado, pero hay otras alternativas, algunas tan antiguas como el propio origen de esta ‘bebida de Dioses’. Ese es el caso de la crianza en ánforas de cerámica, con las que ha experimentado la enóloga Verónica Ortega para cargar de personalidad a la última añada de ‘Quite’, en la búsqueda de un mencía que se muestra “al desnudo”, sin todo el “maquillaje” que aporta la madera.
“El ánfora ayuda a que el vino se termine de hacer pero no hay esa cesión del sabor a madera, es como un envejecimiento más desnudo. Hace el vino sin aportar nada, deja muy puro el fruto, el carácter de la variedad y del suelo. Es como que desnuda a la mencía”, explica Ortega, que en julio embotelló el ‘Quite’ 2014, su segunda añada, pero la primera en la que ha compaginado esa crianza en madera y cerámica.
En la elaboración de este caldo, Ortega utiliza uva mencía de viña vieja, ubicada en un serie de parcelas ensambladas en Valtuille de Abajo (Villafranca del Bierzo), y va todo despalillado para hacer un vino “más inmediato”, con más presencia de la fruta. Además cuenta con un envejecimiento más corto que el de su primer vino, el ‘Roc’, que tiene un carácter de vino “más serio” -en ese caso va con todo el raspón, sin despalillar- pensado para la guarda.
Así, el ‘Quite’ tiene una crianza de ocho meses, la mitad en barrica y la mitad en ánfora. “Un poco más de la mitad envejece en barrica, sobre el 60 por ciento, y el resto, un 40 por ciento, en ánfora, para después ensamblar todo. Lo que consigo con el barro es guardar lo que traías de la viña directamente y te muestra algo como muy puro”, explica Ortega, que de esta manera ha conseguido hacer de esta variedad un vino más sencillo “entre comillas” con “mucha fruta, fácil de beber y de entender”.
En el interior del huevo
“No quería hacer un vino joven al uso”, apostilla la enóloga gaditana, que hace cinco años se decidió por el Bierzo para poner en marcha su proyecto y cumplir su sueño de hacer su propio vino. Así, mientras prepara su bodega de Valtuille con la vista puesta en una nueva vendimia, destaca las características y propiedades que tienen las tres ánforas -de 800 litros cada una- que ha utilizado para hacer el ‘Quite’ y que, en primer lugar, pasa por su forma ovalada. “La forma es lo más interesante de las ánforas, similar a un huevo y que implica que, por cuestiones físicas, haya un movimiento dentro, minúsculo pero constante”, aclara.
Ese movimiento en el interior del ánfora hace que las lías -son los depósitos que se van al fondo, unos microorganismos, principalmente levaduras encargadas de realizar la fermentación alcohólica y, en menor grado, bacterias- estén continuamente en circulación y ejerzan su acción sobre la boca del vino, la suaviza. Además, la cerámica es un material poroso y hay intercambio de oxigeno, como en la barrica, permitiendo que “el vino se vaya criando, se vaya haciendo, se vaya terminando y se vaya puliendo”.
El ‘Quite’ está llamado a ser su vino de entrada de gama, la etiqueta que tendrá un mayor volumen y que, tras salir al mercado con tan sólo 3.500 botellas de la añada 2013, ha aumentando su producción hasta las 15.000 botellas de la añada 2014 y con la previsión de incrementarla hasta las 20.000 en la de este año. “Es la gama que tendrá un poco más de volumen porque el ‘Roc’ está “limitado”, por tratarse de un vino que se elabora con las uvas de una sola finca”, explica Ortega, que destaca que la nueva etiqueta “está funcionando muy bien por copas”, con un precio “asequible y competitivo” para un vino con un color intenso y “cuerpín”, que no es el habitual vino joven.
Próximo reto, el godello
Con esos dos vinos tintos en su carta, la enóloga gaditana se atreverá por primera vez en la vendimia que acaba de empezar con la otra variedad reina del Bierzo, el godello, para la elaboración de dos blancos. “Al principio iba a elaborar sólo un godello, pero he encontrado dos fincas y son las dos tan interesantes, que merecen que los saque por separado. Para sus primeros godellos, Verónica Ortega también quiere experimentar con el ánfora en esta primera añada “para ver lo que tengo realmente”. “Me parece también muy interesante para criar y envejecer blancos, incluso para fermentar”, puntualiza.
Su idea es hacer un ánfora y una barrica de cada uno de los blancos, para sacar unas 1.500 botellas de cada etiqueta. El primero de los vinos tendrá como materia prima las uvas de cepas de godello de “ciento y pico años” pertenecientes a un viñedo con suelo arcillo-arenoso en Cacabelos, que emociona a la enóloga con solo pensar en él, “con su cepas muy viejas, como monstruos de grandes”. Así, para el otro de los blancos utilizará las uvas que recogerá de una finca ubicada entre Arganza y San Juan de la Mata, cuya peculiaridad es su suelo calcáreo, muy atípico en el Bierzo. “La zona se llama La Calera y, aunque las viñas no son tan viejas, es muy interesante por ese suelo, que hace que el vino sea muy mineral”, apunta.
El Bierzo, un lugar para su proyecto
El proyecto de la enóloga Verónica Ortega es muy joven, tras estudiar en su Cádiz natal y recalar en el Bierzo después varios años de formación y trabajo en lugares como Nueva Zelanda, Sudáfrica o Francia. Precisamente fue trabajando en el país galo donde conoció el Bierzo a través de grandes representantes del vino en la comarca como es Raúl Pérez y Ricardo Pérez Palacios, que se convirtieron en sus amigos y le mostraron todo el potencial que tenía esta región vinícola y su uva mencía.
“Me empezó a interesar esta zona y yo sí tenia la idea de volver a España algún día y empezar mi proyecto, hacer mi vino. Así, elegí este lugar por cercanía, porque venía y conocía la comarca, tenía amigos aquí y, sobre todo, porque me identificaba mucho con este tipo de vino”, cuenta Ortega, que explica que ya en 2010, trabajando todavía en Francia, comenzó a elaborar un vino en el Bierzo “yendo y viniendo”, hasta que en 2012 deja ese trabajo y ya se instala definitivamente. Al principio envejecía en la bodega de Raúl Pérez y desde las pasadas navidades ya tiene su propia bodega en Valtuille de Abajo, de los años 50 y con gruesos muros de piedra.
Verónica Ortega optó por esta región porque le pareció una de las DO con mayor potencial y porque se identificaba con la uva mencía. “Me parecía una zona con muchos elementos atractivos, desde el clima a que tiene vinos muy auténticos que sólo se hacen aquí, la mencía solo se cultiva por aquí y un poco en Ribeira Sacra”, apostilla, mientras defiende también el “carácter” de los vinos bercianos. “Lo dejé todo para venir a instalarme aquí y cumplir mi sueño. Por eso, solo por el vino, acaba una gaditana en el Bierzo”, insiste Ortega, que desmiente entre risas lo que le suele decir mucha gente, que piensa que llegó a la comarca “por amor”.
Después de estos años y con nuevos vinos por hacer por delante, esta joven enóloga asegura estar “muy contenta” con su vino del Bierzo y de la acogida que le ha dado la comarca y sus gentes, especialmente en Valtuille de Abajo, un pequeño pueblo que ella compara con “una granja gigante, donde todo el mundo te presta de todo, todo el mundo habla con todo el mundo, todo el mundo se ayuda en todo”. “Estoy encantada de tener mi bodega en Valtuille”, confiesa Ortega, que reconoce que si sigue creciendo su “sueño” pronto se quedará pequeño, aunque ya piensa en guardarla para hacer los vinos “más especiales”.
Foto de portada: César Sánchez / Ical