Cebreros: el resurgir de la garnacha

Juan López “Donde otros vieron viñas abandonadas, vi futuro, vi trabajo, vi oportunidades; hacer crecer la zona”. Un quijote muy peculiar aseguró que Cebreros (Ávila) tenía potencial para crear un vino de calidad que diera a conocer la comarca. Todo debía girar en torno a la variedad garnacha tinta, que ocupa el 87 por ciento de la superficie de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Cebreros, la número 13 de Castilla y León, que este año, con diez días de adelanto, vendimia su primera añada con marca de calidad. El 13 por ciento restante corresponde al albillo real, única en el mundo en esta zona, con excepciones puntuales en Zamora.

Ese hombre con aspecto quijotesco es Rafael Mancebo, quien preside la Asociación de Vinos de Cebreros. “El reto es crear un vino con personalidad e identidad singular”, expresa, rodeado de varios bodegueros y viticultores, “artesanos del vino”, que lo acompañan en una jornada de finales de agosto. Este año se pone de largo tras décadas de trabajo, desarrollado quizás de una forma más anárquica. La fortuna, de momento, no ayuda a alumbrar este nacimiento. “Hemos tenido sequía, pedrisco, heladas… Sólo nos falta una plaga de langostas”, ironiza Mancebo entre risas, quien sin embargo cree que salen “reforzados”.

Es raro no verlo con su elegante sombrero, obligado a retirarlo en un día de lluvia. Agua que aún alivia en parte el estrés hídrico de la planta y contribuirá a incrementar ligeramente el tamaño de la uva y favorecer su dulzor. Aunque este año la vendimia -la tercera más temprana de España, sólo por detrás de Jerez y Canarias- se ha adelantado a causa de la sequía, existe cierto romanticismo en los trabajos de recogida de uva en ladera. La garnacha se engalana y espera las tijeras y las manos que la mimarán hasta convertirse en un delicioso vino.

A pesar de los palos en el camino, esperan un buen año en Cebreros. Y lo pueden asegurar por su “particularidad” y cuatro características que la definen: dos fuertes variedades, suelos graníticos y en parte arenosos, diferencia de altitudes debido a la orografía, entre los 650 y 1.200 metros de altitud a los largo de los 35 municipios que forman parte de la nueva DO en todo el sur de Ávila; y la longevidad de las vides, pues el 94 por ciento tiene más de 50 años y el 37 por ciento, más de 80. “Las hay centenarias, todo un patrimonio”, asevera el bodeguero Daniel Ramos, en un área al que llegó la filoxera en 1909.

Todo ello conjuga un cóctel con una “zona excepcional para el cultivo, de la que se obtiene un producto singular y específico”. “Pero ahora queda lo más difícil. Comunicarlo y decir al mundo lo que tenemos, estas peculiaridades”, matiza el también bodeguero Chuchi Soto, que también trabaja en Rueda, entre otras denominaciones. En muchos factores recuerda al Priorato catalán, una territorio que nació de la mano “de cuatro locos que interpretaron sus viñas y el mercado lo aceptó”, según incide. Sería un “buen ejemplo a seguir”. “Firmamos ahora mismo”, suscriben con una carcajada.

Más que un nombre

La DO Cebreros va más allá del municipio del mismo nombre, un asunto que ha generado polémica. “Ahora ya hay que remar todos a una”, sentencia Mancebo. Diseminadas por las laderas de la orografía montañosa del sur de Ávila, actualmente se contabilizan alrededor de 2.500 hectáreas de viñas, en minifundios, según el Sigpac, aunque podrían ser más. “Se trata de un producto con valor añadido y con aceptación en el mercado”, añade Soto durante la conversación.

El territorio se divide en cuatro zonas que reflejan cuatro pilares. Por un lado, la que conforman los municipios de Cebreros, El Tiemblo y Hoyo de Pinares, que concentra la mitad de la superficie. La segunda, al norte de la anterior, supone el 30 por ciento, con 14 localidades. La tercera es el Valle del Tiétar, con el 15 por ciento del viñedo; y la cuarta se ubica en el Barranco de las Cinco Villas, con el cinco por ciento, y que se separa de la anterior por sus especiales características geográficas. Todos ellos conforman la nueva DO Cebreros, después de “luchar juntos”, como recuerda Mancebo, y tras una unión que empezó en 1986 con la adhesión de las tres comarcas vitícolas del sur de Ávila: Cebreros, Tiétar y Alberche.

A lo largo y ancho de este atractivo y complejo territorio, según criterios orográficos, el 97,3 por ciento de las parcelas tiene una superficie menos a una hectárea, con lo que dificulta la consecución de volumen “pero permite tener viñedos con características agronómicas muy peculiares”. “Aquí todos los vinos son de autor”, sonríe Chuchi Soto. La DO, tras “tantos y años y tanto esfuerzo ahora reconocido”, está impulsada por ocho bodegas -entre ellas dos cooperativas. Se espera que otras se sumen al proyecto. Suman una capacidad de almacenamiento de 177.584 hectolitros, suficiente para elaborar el total de uva disponible en la zona. Las bodegas procesan entre 1,5 y 2 millones de kilos de uva al año, que equivalen a 14.400 hectolitros, con las que este año se producirán aproximadamente 550.000 botellas, según explica Mariano Gómez, presidente de la cooperativa Santiago Apóstol de Cebreros, que recoge en torno a 800.000 kilos de uva.

Rentabilidad

Todos aquellos que se dedican al mundo del vino en Cebreros dependen de viñas viejas con producciones escasas, que no alcanzan los dos kilos por viña. Eso les convierte en “románticos del vino”, medio millar de viticultores, un nuevo concepto dedicado a aquellos que prefieren “no hacer cuentas”. “Por lo general, si las hacemos abandonamos”, ríen al unísono. Pero no es del todo cierto, algunos tienen la fortuna de poder vivir de ello. Otros lo deben complementar con otra actividad. “Pero queda claro que los agricultores y el vino, aquí son protagonistas. Mantienen estas viñas por añoranza, por amor a unos antepasados”, remata Daniel Ramos. Rubén Díaz explica que la rentabilidad a partir de ahora “la marcará el mercado, porque si no se sabe vender, no se habrá conseguido nada con la DO”.

Una sentencia que se traduce en la necesidad de que un vino de calidad tenga mayor precio. “Se revalorizará la zona en torno al vino, seguro”, confía Rafael Mancebo, quien cree que “es el mejor momento de Cebreros y hay que aprovecharlo”. Ello ha motivado que en la comarca se hayan asentado también, con proyectos diferentes, gurús del vino como Telmo Rodríguez o el berciano Raúl Pérez. Pero para ello hay que ganar en comunicación. “Es un vino desconocido en Ávila. La gente en bares no lo pide. No hay zona que salga adelante si no es fuerte en su lugar. Lo conocen más en Nueva York, donde hay vinotecas con hasta una veintena de referencias de Cebreros”, añade Rubén Díaz, de Las Dehesillas. “La garnacha tiene más proyección internacional que la tempranillo”, acierta a decir Soto.

Mancebo remata que el reto de la DO es incrementar la comercialización de botellas en un mercado tan próximo como el madrileño, pero mantener las exportaciones que ya se desarrollan a mercados como el estadounidense. “Lo importante es que se conozca de donde salen nuestros vinos”, sostiene mientras mira al escaso horizonte que permite la sierra. Indica con su dedo hacia las laderas. “Queremos mostrar este paisaje que nos ha parido y en el que hemos tenido la suerte de nacer”, se despide este peculiar quijote, quien celebra visitas teatralizadas a su bodega ‘7 Navas’, protagonizadas por él mismo.

Parte importante de la repercusión de la DO se debe también a las administraciones, tanto locales como provinciales y la autonómica. Uno de esos ejemplos es el propio Ayuntamiento de Cebreros, quien ha visto un proyecto “provincial” y “singular”. De esa forma lo define, también entre viñas, el alcalde, Pedro Antonio Muñoz, quien recuerda que se han dado todo tipo de facilidades y subvenciones a la Asociación Vinos de Cebreros para sus actividades y acciones comerciales. Ello llevará a celebrar la próxima semana la fiesta de la vendimia, aquella que se organizará en la única DO de Castilla y León ubicada en en la cuenca del Tajo.

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